Nació en San Pablo (Brasil) el 20 de setiembre de 1893, llegando a la Argentina en 1898.
Es hijo de una familia de inmigrantes italianos procedentes de Bologna.
En el año 1908 inicia sus estudios de Pintura y Escultura en la Asociación Estímulo de Bellas Artes.
Sus maestros fueron: Pío Colivadino, Eugenio Denari y Pompeo Boggio.
Al finalizar sus estudios en 1911, gana el primer premio de Escultura, otorgado por la Academia de Bellas Artes.
A lo largo de su carrera en dicho instituto muestra preferencia por la Pintura, muy especialmente por la técnica del fresco y el temple, pues su vocación fue siempre la Pintura mural.
En el año 1912 decide regresar a Brasil para perfeccionarse en Pintura mural y Escenografía, con el maestro Ernesto Frioli.
Colabora con él en las dos decoraciones del Teatro Municipal y trabaja en las decoraciones del Congreso Nacional, bajo la dirección de maestro italiano E. Vitale.
En el año 1921 Fernando Bonfiglioli emprende un viaje de estudio a Italia. Se instala en Florencia, en donde estudia técnicas de escenografía para los decorados de las obras teatrales.
Visita también Venecia y Roma, en donde a dedicado muchas horas a la copia de grandes obras en los principales museos de dichas ciudades, como un modo de perfeccionar su técnica de Dibujo.
Regresa en 1922 dedicándose a la decoración y Pintura mural en la Iglesia de la provincia de Santa Fe y Buenos Aires.
Su primera visita a Villa María se produjo a finales de 1923, en donde realizó en diversas casas familiares de dicha ciudad, pinturas de cuadros y frescos murales.
En 1924 Fernando tenía 31 años y ya en ese entonces comenzaba a ser reconocido. Por esa fecha es contratado para decorar el "Palacio Tampieri" de San Francisco (actual Municipalidad).
En 1948 comienza los trabajos en la Iglesia Parroquial, la que es hoy la Catedral de Villa maría.
Fueron finalizados recién en 1961; en el interín pinta el Santuario de la Consolata en Sampacho., la Capilla del Colegio de Nuestra Madre de la Merced en la Carlota y la Parroquia de la Orden Trinitaria en Villa María. También ha realizado en dicha ciudad, las pinturas del Salón de la Sociedad Española y el ex Cine Opera.
Las obras de éste artista, realizadas bajo el más estricto rigor académico, que son un modelo de luz y color, fueron expuestas en 1946 en Santiago del Estero donde obtiene los primeros premios; también en Curuzú-Cuatiá, Rosario, etc.
Participó y fue seleccionado para la muestra del Paisaje Argentino, auspiciada por ESSO, la cual recorrió todo el país.
Sus obras premiadas fueron reproducidas en los billetes de la lotería de Córdoba y Nacional, el 23 de enero, el 12 de julio y el 16 de enero de 1957.
Fernando Bonfiglioli falleció en Villa María el 12 de diciembre de 1962; la primer muestra retrospectiva de sus trabajos se realiza como un homenaje de la ciudad en el año 1964.
En 1968 se designa con su nombre el museo de arte de la ciudad de Villa María.
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RECUERDO DE UN PINTOR
Acaba de abrirse una puerta recóndita y lejana en mi mente. Se abre de par en par, dejando pasar dulces recuerdos de una infancia lejana, casi olvidada…Me hago pequeño, me transformo en un niño de cinco años, y me adentro en aquellas imágenes vívidas que me conmueven…:
Me recuerdo en un altillo, de una casa oscura de provincia hace cincuenta años, pero el altillo está iluminado, necesariamente, por un sol tibio y amable que penetra a través de la ventana que da a la calle Mendoza…
Mi amigo, dos años más grande que yo, es el dueño de ese espacio mágico de juegos pacíficos y de Mecano. Aunque en realidad, nosotros estábamos allí sin pertenecer…Porque en el centro de la escena, su abuelo frente al caballete, reinaba. Pintaba en silencio. Su paleta de oleos ya era de por sí, una obra de arte…era un lago encantado, multicolor dónde frecuentemente abrevaba un pincel ávido y movedizo, que se deslizaba despaciosamente hacia la tela…
Ese abuelo, que no era el mío, tenía la presencia de un ángel y se llamaba Fernando, y mi amigo lo llamaba “Nono”… Recuerdo que era tan manso como el espíritu que lo adentraba en ese mundo de creación artística. Aquel desván era su atelier, su castillo y reinaba por derecho propio. Abajo su mujer, “la Nona” cocinaba celosamente. También cuidaba su jardín, su huerta y el gallinero… Ella sí que tenía carácter!... Pero el Nono, con su cabeza cubierta por tenues canas, tenía el temperamento silencioso de la mesura y la sensibilidad…Recuerdo que ostentaba, sin saberlo, la humildad de los grandes maestros. Don Fernando era un ser diferente a los demás, era un hombre bueno. Un artista exquisito, rebelde en su juventud, inquieto…
Con el tiempo me enteré que había nacido en Brasil, pero traía un bagaje heredado de la capital de la Emilia–Romagna, de Bologna…
Durante esas mañanas de juegos en aquel atelier desordenado, yo tenía demasiado tiempo para distraerme. Esas imágenes de niño me proyectan un campo amarillo de trigo y una trilladora roja, en plena tarea…bajo un cielo muy alto y azul… Era uno de los varios y hermoso cuadros creados por él, colgado en una de las paredes, entre enseres de campo…
Don Fernando Bonfiglioli, como no podía ser de otra manera, recorría la ciudad en bicicleta… Y yo siento que acabo de sustraerle, indiscretamente, un pedacito de intimidad…
Armando Rondelli
Es hijo de una familia de inmigrantes italianos procedentes de Bologna.
En el año 1908 inicia sus estudios de Pintura y Escultura en la Asociación Estímulo de Bellas Artes.
Sus maestros fueron: Pío Colivadino, Eugenio Denari y Pompeo Boggio.
Al finalizar sus estudios en 1911, gana el primer premio de Escultura, otorgado por la Academia de Bellas Artes.
A lo largo de su carrera en dicho instituto muestra preferencia por la Pintura, muy especialmente por la técnica del fresco y el temple, pues su vocación fue siempre la Pintura mural.
En el año 1912 decide regresar a Brasil para perfeccionarse en Pintura mural y Escenografía, con el maestro Ernesto Frioli.
Colabora con él en las dos decoraciones del Teatro Municipal y trabaja en las decoraciones del Congreso Nacional, bajo la dirección de maestro italiano E. Vitale.
En el año 1921 Fernando Bonfiglioli emprende un viaje de estudio a Italia. Se instala en Florencia, en donde estudia técnicas de escenografía para los decorados de las obras teatrales.
Visita también Venecia y Roma, en donde a dedicado muchas horas a la copia de grandes obras en los principales museos de dichas ciudades, como un modo de perfeccionar su técnica de Dibujo.
Regresa en 1922 dedicándose a la decoración y Pintura mural en la Iglesia de la provincia de Santa Fe y Buenos Aires.
Su primera visita a Villa María se produjo a finales de 1923, en donde realizó en diversas casas familiares de dicha ciudad, pinturas de cuadros y frescos murales.
En 1924 Fernando tenía 31 años y ya en ese entonces comenzaba a ser reconocido. Por esa fecha es contratado para decorar el "Palacio Tampieri" de San Francisco (actual Municipalidad).
En 1948 comienza los trabajos en la Iglesia Parroquial, la que es hoy la Catedral de Villa maría.
Fueron finalizados recién en 1961; en el interín pinta el Santuario de la Consolata en Sampacho., la Capilla del Colegio de Nuestra Madre de la Merced en la Carlota y la Parroquia de la Orden Trinitaria en Villa María. También ha realizado en dicha ciudad, las pinturas del Salón de la Sociedad Española y el ex Cine Opera.
Las obras de éste artista, realizadas bajo el más estricto rigor académico, que son un modelo de luz y color, fueron expuestas en 1946 en Santiago del Estero donde obtiene los primeros premios; también en Curuzú-Cuatiá, Rosario, etc.
Participó y fue seleccionado para la muestra del Paisaje Argentino, auspiciada por ESSO, la cual recorrió todo el país.
Sus obras premiadas fueron reproducidas en los billetes de la lotería de Córdoba y Nacional, el 23 de enero, el 12 de julio y el 16 de enero de 1957.
Fernando Bonfiglioli falleció en Villa María el 12 de diciembre de 1962; la primer muestra retrospectiva de sus trabajos se realiza como un homenaje de la ciudad en el año 1964.
En 1968 se designa con su nombre el museo de arte de la ciudad de Villa María.
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RECUERDO DE UN PINTOR
Acaba de abrirse una puerta recóndita y lejana en mi mente. Se abre de par en par, dejando pasar dulces recuerdos de una infancia lejana, casi olvidada…Me hago pequeño, me transformo en un niño de cinco años, y me adentro en aquellas imágenes vívidas que me conmueven…:
Me recuerdo en un altillo, de una casa oscura de provincia hace cincuenta años, pero el altillo está iluminado, necesariamente, por un sol tibio y amable que penetra a través de la ventana que da a la calle Mendoza…
Mi amigo, dos años más grande que yo, es el dueño de ese espacio mágico de juegos pacíficos y de Mecano. Aunque en realidad, nosotros estábamos allí sin pertenecer…Porque en el centro de la escena, su abuelo frente al caballete, reinaba. Pintaba en silencio. Su paleta de oleos ya era de por sí, una obra de arte…era un lago encantado, multicolor dónde frecuentemente abrevaba un pincel ávido y movedizo, que se deslizaba despaciosamente hacia la tela…
Ese abuelo, que no era el mío, tenía la presencia de un ángel y se llamaba Fernando, y mi amigo lo llamaba “Nono”… Recuerdo que era tan manso como el espíritu que lo adentraba en ese mundo de creación artística. Aquel desván era su atelier, su castillo y reinaba por derecho propio. Abajo su mujer, “la Nona” cocinaba celosamente. También cuidaba su jardín, su huerta y el gallinero… Ella sí que tenía carácter!... Pero el Nono, con su cabeza cubierta por tenues canas, tenía el temperamento silencioso de la mesura y la sensibilidad…Recuerdo que ostentaba, sin saberlo, la humildad de los grandes maestros. Don Fernando era un ser diferente a los demás, era un hombre bueno. Un artista exquisito, rebelde en su juventud, inquieto…
Con el tiempo me enteré que había nacido en Brasil, pero traía un bagaje heredado de la capital de la Emilia–Romagna, de Bologna…
Durante esas mañanas de juegos en aquel atelier desordenado, yo tenía demasiado tiempo para distraerme. Esas imágenes de niño me proyectan un campo amarillo de trigo y una trilladora roja, en plena tarea…bajo un cielo muy alto y azul… Era uno de los varios y hermoso cuadros creados por él, colgado en una de las paredes, entre enseres de campo…
Don Fernando Bonfiglioli, como no podía ser de otra manera, recorría la ciudad en bicicleta… Y yo siento que acabo de sustraerle, indiscretamente, un pedacito de intimidad…
Armando Rondelli
Obras de caballete de Fernando Bonfiglioli